domingo, 22 de abril de 2018

Roxy Music: Stranded


Año de publicación: 1973
Valoración: muy recomendable

Resulta curioso que, para la mayor parte de los aficionados a la música en general, Roxy Music quedaran asociados al sonido pulcro, elegante, sofisticado, aunque un pelo aséptico de su famoso último LP, Avalon. Un disco emblemático no solo por ser el punto final definitivo a una segunda época, sino también por representar, y ya hace cerca de cuatro décadas, una de las cúspides de la ruptura del concepto de rock, una apertura hacia otros caminos.
Pero unos años antes el grupo era una caldera de ideas en ebullición, un colectivo que había superado la mala situación (y posterior huida)  con todo un referente como Brian Eno y era capaz de convertir sus discos en acontecimientos. El glam-rock se les había quedado pequeño como etiqueta y su puesta en escena  estética (ejemplificada por sus célebres portadas) viraba alejándose del exceso visual y de la lentejuela. 
Y otra cosa: esa era la gloriosa época de los álbumes como concepto, gloriosa época de la que no hay que sentir nostalgia sino comprender que muchas cosas eran diferentes. Ocho canciones eran suficientes para presentar un disco. No hacia falta completar 80 minutos de un CD ni aportar relleno a punta pala. El grupo aún parecía un colectivo de confluencia de egos, con Bryan Ferry tirando hacia un monopolio del sonido del grupo, pero con las otras dos personalidades, Phil Manzanera y Andy McKay buscando sus dosis de protagonismo. El álbum se abre con fuerza, Street Life nos muestra a un Ferry agresivo que deja que saxo y guitarra acaparen parte del sonido. Una entrada algo equívoca, pues ese tono no regresará prácticamente a lo largo del disco. De hecho, Just Like You pulveriza cualquier expectativa dando  paso a un sonido más matizado, más arraigado en aires soul o incluso pop, la típica canción de disco grande, sin objetivo comercial. Stranded, como disco, gravita sobre todo en torno a esa tonalidad ligeramente melancólica, con cierto desarrollo compositivo que podría interpretarse como algo pretencioso, como si Roxy Music se desmarcaran de la energía primaria de algunas bandas de la época, como Slade o T-Rex. Psalm es la canción más endeble, y tiene ese título y se desarrolla por unos a todas luces excesivos nueve minutos en los que Ferry parece más pendiente de lo que dice que de como lo dice. 
Pero otras tres gemas escondidas lo equilibran con creces: los aires funkies de Amazona, sus arranques y cambios de ritmo, nos hablan de una banda en estado de gracia, y uno ve muy claro de donde surgió, por ejemplo, el estilo de cantar de David Sylvian, unos años más tarde, alargando las palabras, marcando las silabas. Mother Of Pearl, magistral parón tras un inicio estridente, crece con las escuchas y parece adelantarse al aire de ciertas canciones de Radiohead. Y claro, el emblema del disco, esa majestuosa  A Song For Europe (aquí interpretada en vivo por un Ferry algo justo de voz), canción tan improbable hoy en la obra de cualquier artista, especie de opus con idas y venidas de ritmo, con fraseo final en francés que hoy se entendería tan poco como recurso, pero que vienen a ejemplificar ese atrevimiento y falta de inhibiciones propio de esa época. No hay que mostrarse nostálgico, opino, pero épocas como esas y discos como este me hacen dudar de esta afirmación tan categórica.

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